domingo, 17 de octubre de 2010

Privacidad/Hogar/Espacio/Descanso/Madera/Penumbra/Desorden/Orden/Muro/ Cristal/Cuerda/Teclado/Libertad/Caverna/Tranquilidad/Seguridad/Final/ Principio/Humo/Remodelar

Eran las seis en punto cuando sonó el timbre. Elena, ataviada con un traje de chaqueta gris oscuro y portando una carpeta de anillas en su mano izquierda, se dirigió hacia la entrada y me dirigió una sonrisa de complicidad que se transformó en otra de amabilidad cuando abrió la puerta y dio la bienvenida al presunto arrendatario.

-         Alberto, ¿verdad? Soy Elena, de C&C. ¡Bienvenido!
-         Gracias…hola…

El individuo, al que ya habíamos investigado a través de varias redes sociales, ya que nos había proporcionado su nombre y apellidos a petición nuestra -como condición sine qua non para establecer un encuentro y la posibilidad de optar a la habitación-, vestía, hablaba y se comportaba justo como esperábamos. Tras presentarme como el actual inquilino del aposento que a partir de ahora quedaba libre, Elena y yo nos centramos en destacar los aspectos positivos del área en la que estaba situado el apartamento, tales como la seguridad de la zona y la tranquilidad del vecindario. Alberto parecía encantado con esos aspectos, por lo que insistimos en introducir en la conversación otros tantos con los que pudiéramos seguir ganándonos su confianza, tales como la privacidad, la intimidad y el orden.

-         ¿Podemos ver la habitación? Tengo algo de prisa…- sugirió.
-         Por supuesto, sígame por este pasillo- respondió Elena, dejando abierta la posibilidad de que existiese otro.

Cuando llegamos a la puerta, Elena se giró hacia nosotros y, mirando a Alberto, anunció solemnemente:

-         Este es el principio de su descanso y el final de todas sus preocupaciones diarias.

Acto seguido, giró la manivela y descubrió un pseudo-zulo de 3m cuadrados.

-         ¿Es ésta? – preguntó, incrédulo.
-         Somos conscientes de que no es muy amplia, pero tenga en cuenta que hay espacio suficiente para distribuir todas sus pertenencias- garantizó Elena.
-         Verán, esperaba algo más grande…Además, tengo muchas cosas en mi habitación actual: el portátil, la impresora, los altavoces, la guitarra…
-         ¿Muchas cosas?-interrumpí- Debería haber visto todo lo que había en esta habitación hasta hace tres días. En esa mesa estaban la torre del ordenador y el monitor, junto a la impresora y dos grandes altavoces. ¿Y la guitarra…? Yo también soy músico y, créame, tenía en esta habitación varios instrumentos de cuerda, un teclado y dos amplificadores de potencia media.
-         ¿Y qué me dice del armario?-añadió Elena- Cabe tanta ropa que parece estar hecho para una pareja. Y además es de madera de pino.
-         Sí, el armario parece que está bastante bien…

Tras asentir varias veces respecto a su conformidad con el ropero, Alberto dirigió su mirada hacia la ventana.
-¡Oh!, sabía que la habitación era interior, pero no que diera a un muro.

Entonces Elena contraatacó con armas inesperadas.

-         ¿Un muro? Ese muro blanco es un lienzo, es la visión de Leonardo antes de comenzar una obra. Conviértalo en lo que usted quiera, píntelo día a día. ¿Preferiría tener enfrente la ventana de algún vecino, le gustaría eso? Piense durante unos segundos, miré a través de ese cristal, imagine que tiene a un vecino mugriento, que no limpia, se pasea desnudo por la casa, pone la música a todo volumen y contamina la atmósfera con el humo de sus cigarrillos . Éste es su hogar, su espacio, ésta es su vida, ¿no lo entiende? No puede permitir que ningún intruso manche este lugar. Usted necesita descanso, tranquilidad, intimidad, en una palabra: ¡libertad!
-         ¡Sí, eso es, libertad!-exclamó Alberto casi en estado de éxtasis.
-         Claro que sí, y eso es lo que tendrá aquí.
-         Pasará sus mejores momentos en esta habitación -continuó Elena-, ya sea en días soleados, a salvo del calor que castiga la calle, aquí en la penumbra, o en días de tormenta, resguardándose de la lluvia y los rayos. ¿Sabe lo que puede hacer un rayo con una persona?
-         ¡Preferiría no saberlo!
-         Exacto – prosiguió mi compañera-, aquí nunca lo sabrá. Mire, Alberto, ¿puedo tutearte?
-         ¡Como no!
-         Perfecto. Pues mira, Alberto: como verás, se trata de una oportunidad única. Actualmente hay una larga lista de espera, pero creo que eres el candidato perfecto. Como ya te comenté por teléfono, nuestra agencia no te cobrará nada, ya que nuestros servicios corren a cuenta del propietario del inmueble. Si necesitas remodelar tu vida, este es el lugar. Rompe con el desorden que impera en tus ideas y descubre lo que realmente te apetece.

Tras unos segundos de silencio, Alberto sonrió y con sendos apretones de manos cerró el trato. Tras darnos las gracias unas quince veces, se despidió de nosotros efusivamente y salió por la puerta con una gran sonrisa.

-         Menuda caverna se lleva el pobre –afirmó Elena.
-         No te pases, que ahí he vivido yo durante tres años - le reproché.
-         A mí desde luego no me metas más en tus líos, es la última vez que te saco las castañas de fuego.
-         Te lo agradezco enormemente. Con ese uniforme y tus dotes comerciales me has convencido hasta a mí de que esta habitación es un chollo.
-         No me lo agradezcas, hermanito, pero ponte a buscar piso inmediatamente, que estoy harta de tenerte ocupando el salón de mi apartamento.





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